16 abril 2007

Las estatuas y los mosquitos (última parte de dos)

Las estatuas no son carne de mosquito, pero como en toda regla, existe una excepción. El caso es el de las estatuas vivientes. La ley del mosquito intelectual profesa:


"Toda estatua de plaza o de barrio no drena sangre por sus venas, incluída la estatua de Drácula emplazada en la remota Transilvania. Toda regla tiene una regla que dice: cada regla tiene su excepción. En el caso que atañe, las únicas estatuas con sangre son aquellas estatuas vivientes, habituales en lugares remotos como la rambla de Barcelona. Por lo tanto, las estatuas vivientes son las únicas aptas para ser picadas."


La estatua viviente es el grado más solemne y artístico del "arte de confundir y eludir al mosquito". Otras formas menos sutiles que utiliza el humano para eludir el mosquito incluyen: espirales humeantes, insecticidas vaporizantes y formas más primitivas, como el clásico aplastamiento contra la pared o piel, que dio origen a la frase: "me revienta que me aplasten". Pero nada enfurece más al mosquito que la estatua viviente. Todo mosquito ante una estatua viviente tiene una reacción que podría catalogarse de humana: el mosquito se "mosquea" cuando es vacilado.

Y con ésto terminamos. El motivo del post, es que en éstos días estoy padeciendo un ataque de mosquitos otoñales con efectos alucinógenos...


Las estatuas y los mosquitos (parte uno)

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