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¿Te apuntarías al desafío de experimentar la vida de un náufrago voluntario en alta mar por días y días a la deriva en medio del océano?. Aunque pensaríamos que nadie respondería que sí, la audacia la tuvo ya hace más de medio siglo el médico y biólogo francés Alain Bombard, quien decidió convertirse en su propio conejillo de indias.
Alain Bombard encaja en el prototipo de personas que llevan sus convicciones a la práctica aún cuando los parámetros de sus aventuras no encajan en la sensatez de un ciudadano promedio. Su seguridad, en todo caso, no se apoyaba en absoluto en la improvisación, sino en lo que consideraba una teoría razonable, expuesta a la experimentación previa y la investigación científica ligada a su profesión. Interesado desde joven por las técnicas de supervivencia, en el año 1953 se larga al océano con un bote inflable, nada menos que para enfrentar el escepticismo que despertaban entre sus colegas científicos sus teorías sobre la capacidad de sobrevivir sin alimentos y comida.
En el comienzo de la que sería la aventura de su vida, hay una tragedia que resulta disparadora: tras un naufragio en el año 1952 en el Canal de la Mancha, 43 marineros mueren en alta mar, una situación que intriga a Bombard desde su puesto como médico residente en el hospital de Boulogne, en donde recibe los 43 cadáveres. La idea de que decenas de vida habían terminado innecesariamente por falta de medios, pero también de conocimientos, indudablemente le quitaría el sueño durante los próximos meses.
La tragedia del naufragio, lo lleva a estudiar casos similares y observar que en la mayoría de las historias de náufragos a la deriva en pobres embarcaciones, hay una alta probabilidad de sobrevivir, y aún de aumentar tal probabilidad a través de una serie de normas de supervivencia. Su convicción sobre la posibilidad de revertir las estadísticas de mortalidad, lo llevan a trasladarse al Instituto Oceanográfico de Mónaco, en donde se aboca a la tarea de investigar las propiedades nutricionales de los peces y la que sería su teoría más controvertida: explorar la posibilidad de sobrevivir aún bebiendo dosis mínimas de agua de mar durante un tiempo no muy prolongado.
Tras meses de estudio y ante el escepticismo de sus colegas, Bombard decide convertirse en un náufrago voluntario sometido a sus propias reglas de supervivencia. El objetivo, sería navegar por días prescindiendo de reservas de alimentos y agua, valiéndose de la fauna marina para obtener las vitaminas esenciales y hasta el líquido. Incluso consideraba posible alimentarse a través del plancton, e hidratarse con el agua, ya sea extraída de los fluidos de los peces crudos (cuyos tejidos contienen menor cantidad de sal que los mamíferos) o del propio mar en dosis mínimas en tiempos de escasez de lluvia.
En 1952, realiza una expedición de 18 días desde Mónaco a las Islas Baleares junto a un colega voluntario, una viaje accidentado que llega a buen puerto en malas condiciones. Pero el viaje por el Mediterráneo, era un anticipo de lo que estaba por venir, aún a sólo días de presenciar el nacimiento de su primer hijo. En octubre parte desde Casablanca a las Canarias, para proseguir en solitario en un viaje transatlántico con destino a las Antillas, sin alimentos ni reserva de agua.
La aventura de cruzar el océano, duraría 65 días. Lo conseguiría a bordo de la misma embarcación de su primer aventura (L’Hérétique), un bote neumático Zodiac a vela y con mínimas comodidades (apenas 4,60 metros de largo), cargado con herramientas de navegación como un sextante, cartas náuticas, mapas, una red especial y algunos libros.
La alimentación a base de plancton y peces y la hidratación a base de “jugo de peces” alternada con lo que el cielo provee en forma de lluvia, en dosis insuficientes lo llevarían durante su viaje a perder peso (unos 25 kilos), debilitarse y enfrentar el miedo a la muerte. Si es que podría considerarse una excepción en su experimento, en alta mar cruza un carguero que le suministra unas mínimas dosis de alimentos para recuperar el ánimo y proseguir. Alain Bombard desembarca en Barbados el 23 de diciembre de 1952, e inmediatamente es hospitalizado por su deplorable estado.
Su aspecto no era otro que el de un hombre demacrado y anémico. Había sobrevivido a las tormentas, roturas de vela, inundaciones de la embarcación, el acecho de tiburones, pero sobre todo, a su propia soledad y desesperación. Aún después de sobrevivir bebiendo pequeñas cantidades de agua de mar en días de escasez, lo más importante según su testimonio, sería la actitud desplegada: “no hay nada más importante para sobrevivir a un naufragio que no perder nunca la esperanza…no hay nada más importante, que ser un náufrago más testarudo que el mismo mar”.
Bombard, había ganado la batalla contra el mar, con muchos conocimientos y sabiduría aplicada, pero también, con una dosis de buena fortuna. Aún hoy, la epopeya de sobrevivir sin recurrir nunca a una reserva de agua dulce más que la lluvia y lo que provee la fauna marina aún encuentra infinidad de escépticos y desentendidos. Con algo de arrogancia, algunos periódicos estadounidenses lo incluyeron años después en “una larga lista de aventureros franceses que afrontaron desafíos estúpidos”. Pero distinta fue la reacción posterior en su propio país.
De regreso en Francia es esperado por periodistas con gran repercusión. En 1954 publica un libro sobre su experiencia, que le hace ganar popularidad y fama a nivel internacional. En su obra, Bombard resume lo que serían sus líneas para un manual de supervivencia para náufragos, para la que detalla dos claves: es posible sobrevivir en el mar incluso sin disponibilidad de agua dulce ni de lluvia durante un tiempo acotado, y la segunda, nuestro peor enemigo en alta mar no es la falta de alimento o agua, sino el terror y la desesperación.
En cuanto a los consejos, en su libro “Náufrago voluntario” detalla las claves de supervivencia. Además de poseer sólidos conocimientos de navegación y comprender las variables del clima:
- Se puede obtener alimentos de la pesca e incluso recolectar plancton (ricos en vitamina C) con una red especial.
- En momentos de escasez de lluvia, se puede beber agua de mar en pequeñas cantidades (aunque cómo veremos más adelante, ésta punto no encuentra aceptación o como mínimo, ha llevado a malas interpretaciones de su teoría), y hasta hidratarse con el agua que proveen los propios peces.
- Evitar la desesperación que provoca el aburrimiento a través de actividades diarias
Si hay alguien habilitado para opinar sobre las normas Bombard, ese es el alemán Hannes Lindemann, quien se propuso realizar dos cruces transatlánticos en canoa y kayak en solitario, bajo las normas de supervivencia de Bombard. En sus viajes accidentados, descubriría que no podría sobrevivir sin un mínimo de disponibilidad de agua dulce entre sus reservas. Aunque también se argumenta, que algunos de las teorías de Bombard podrían estar malinterpretadas. Bombard, sostenía que se pueden superar etapas críticas de ausencia de agua potable, si se ingieren pequeñas cantidades de agua de mar acompañadas de absorción de líquidos extraídos del cuerpo de los peces, pero no que se puede eliminar por completo la disponibilidad de agua dulce.
La vida de Bombard tras el viaje, continúa como escritor y defensor de sus teorías, dedicado a la investigación, y en el plano institucional, con un breve paso en el Ministerio de Medio Ambiente, y durante 14 años, como diputado del Parlamento Europeo. Sin embargo, su mayor esfuerzo lo vuelca a las actividades en la defensa del medio ambiente y la ecología. Sus batallas, lejos de librarse contra las tempestades de alta mar, estarían enfocadas a disparar contra la proliferación de la energía nuclear, el sacrificio de focas en el Ártico, o los métodos de cría de gansos para la producción de Paté de foie gras, que le hicieron ganar no pocos enemigos en la industria. Ya en sus últimos años, Bombard argumentaría su conversión al ecologismo: “Yo he luchado primero en nombre del hombre contra la adversidad del mar…ahora me he dado cuenta que es más urgente luchar en nombre del mar contra los hombres”.
Alain Bombard muere en el año 2005, luego de recibir algunos homenajes al cumplirse los 50 años del viaje que marcó su vida. Incluso, fue condecorado con la Legión de Honor y la Orden al Mérito Marino en Francia. En su viaje, había demostrado las altas probabilidades de sobrevivir a una situación tan extrema. Además, su aventura, contribuyó a que la legislación hiciera obligatoria la presencia de lanchas de supervivencia bajo parámetros regulados, junto a mejoras en los procedimientos de seguridad a bordo de buques. Una vez más, quedaron plasmados importantes avances que permiten salvar vidas, como consecuencia del accionar de un ser humano intrépido, invadido por un momento de pura insensatez.
Información en:
Alain Bombard, Transatlantic adventurer who survived on the fruits of the sea (The Times)
Experimento de Bombard / Alain Bombard / Wikipedia
Alain Bombard, un atrevido navegante en solitario / Obituario en El Mundo
Alain Bombard, 80, Dies; Sailed the Atlantic Alone / Obituario en The New York Times
Imagen 2 en IndiaTimes
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