Imaginemos el cuadro de situación: la posibilidad en plena Guerra Fría de un ataque nuclear, y de una amenaza sistémica en la que todos los centros de mando terrestres del ejército norteamericano podrían quedar inoperables. La previsión obligaba a buscar el modo de que ante una catástrofe, un centro de mando alternativo siguiera funcionando. La solución: nada mejor que sostener un centro de mando en un punto móvil y en el aire por décadas de un modo continuo. Con esa premisa, nacía la Operación Looking Glass.
El plan de la operación, era nada menos, mantener en el aire de forma continua un centro de mando, en un avión especialmente diseñado para ejercer una función de “espejo” de las bases de operación terrestre ante un hipotético ataque sistémico. Así nacería el “avión del juicio final”. En realidad, un total de 11 aviones (Boeing EC-135B) fueron adaptados como puesto de mando. Entre el 3 de febrero de 1961 y el 24 de julio de 1990 completaron 281.000 horas continuas de vuelo de forma alternada preparados para lo peor.
El avión de la operación Looking Glass, fue diseñado para permitir la continuidad y reconstitución del gobierno norteamericano en caso de ataque nuclear: eran capaces de asumir el mando operativo de todas las fuerzas nucleares de los EE.UU, además de comunicarse con la opción a lanzar misiles intercontinentales, y poseer un sistema de conexión con los submarinos nucleares.
En la práctica el avión “del juicio final” sólo sería útil en la hipótesis más catastrófica que podría imaginarse: un mundo en el que el centro de comando nuclear de la Base Aérea de Offutt, el Centro de Mando Militar del Pentágono y el Complejo de Montaña Raven Rock (también conocido como un “Pentágono subterráneo”) quedasen obsoletos por un ataque o catástrofe. Sería en escala, un mundo evidentemente en un conflicto de proporciones.
Según el grado de amenaza, se elevaría el nivel de defensa del país según la escala DEFCON: de un nivel 5 (situación normal) a un nivel 1 (máximo nivel de alerta, para los pilotos del avión Looking Glass. En un nivel 2 se disparaba entre otros protocolos de emergencia, otra curiosidad no menor: la necesidad de los pilotos de operar el avión utilizando un parche en uno de sus ojos. La razón no era otra que la de anticiparse al riesgo de presenciar en pleno vuelo el destello enceguecedor de una detonación nuclear. De ése modo, el ojo cubierto, gracias al parche, quedaría resguardado de la ceguera, y por defecto, la respuesta militar al supuesto ataque, resguardada de algún modo por un parche de ojo.
Años después, el rudimentario método de protección, sería perfeccionado por unas gafas de protección que se convertirían instantáneamente en opacas al exponerse a un destello nuclear. Afortunadamente, la misión militar en el aire más larga de la historia, nunca debió ser activada. Los aviones fueron reemplazados desde el año 1998 por el E-6 Mercurry. Ocho años antes, había cesado el alerta aerotransportada continua en coincidencia con el fin de la Guerra Fría, y los aviones dejaron de estar en forma permanente en vuelo, aunque siguen operativos.
Por supuesto, su esquema de funcionamiento es totalmente secreto, sobre todo ante el riesgo de que sus enemigos perciban su actividad como un paso previo a un lanzamiento nuclear o a una maniobra defensiva extrema.
Como podríamos llamar a esto: ¿Exceso de Paranoía? o, ¿Un excesivo derroche de recursos en una simple hipotesis?
ResponderBorrarWow, interesante eso de volar estos bicharracos con un solo ojo, una vez mas la realidad supera la ficcion. Ni imaginar que cosas se guardaran bajo la manga estos tipos hoy dia.
ResponderBorrarNo lo considero exceso de paranoia. Tenían un enemigo y la obligación de velar por la seguridad de sus ciudadanos.
ResponderBorrarHacer menos sería negligencia.
Otra cosa es el grado de nerviosismo que se vivía y cuán fácilmente se cometen errores en ese estado permanente de vigilia.
Pobres los pilotos que volaron esas 281.000 horas!!!
ResponderBorrar